Bonito y lucrativo invento, esto de las giras aniversario de discos clave.
Las bandas que habitualmente facturan grandes cifras ni se lo plantean (Stones gira «Exile», Metallica gira «Ride the Lightning» o GN’R gira «The Spaghetti Incident?», ¿te imaginas?), pero para aquellas que anda de capa caída o, al menos, se han visto relegadas a una segunda división, es una excusa para volver OTRA vez a tu ciudad, lograr algo de repercusión y una manera, más o menos elegante, de traspasar el dinero de tu bolsillo al suyo.
Para el fan es una oportunidad de reencontrarse con un grupo. Puedes llevar años desconectado de una banda, ignorando sus discos y faltando a sus conciertos, pero el anuncio de una gira donde se interpretará íntegramente el DISCO, ese que IMPORTA, provoca que vuestros caminos se vuelvan a cruzar. Al menos por una noche.
«Too Much Is Always Better than Not Enough» (2002) es uno de esos discos. Es el LP que puso a Diamond Dogs en el mapa y que, giras de presentación mediante, les granjeó una popularidad por estas latitudes que todavía perdura.
Personalmente, fue un álbum que escuché mucho -aunque siempre en casa de mi novia, fue ella quien lo compró- y que tengo en un pedestal. Good ol’ times.
Así que, a pesar de tener a la banda fuera de radar desde hace lo menos 3 lustros, no dudé un minuto en acudir a la llamada de la celebración de su vigésimo segundo aniversario.
No fui el único, pues la entrada en Wolf, sin ser un llenazo, fue generosa. Andreu, tú que eres bueno en esto, que seríamos, ¿unos 250? Sin saberlo a ciencia cierta, seguramente su mejor entrada en la ciudad en mucho tiempo.
El show sirvió para constatar que Sulo es eterno. Más Rod Stewart que el propio Rod Stewart, su voz, su savoir faire y sus maneras de frontman clásico siguen intactos. Honk, su manera, también es eterno. Con su look imposible -ese peto rosa, apostaría que sin nada debajo- y el teclado a las rodillas -¿quien necesita una mesa?-, el Duque dio sabor y excentricidad a la velada.
Complementando a los dos fundadores y únicas piezas fijas del engranaje, una formación solvente en la que destaca por su rotundo físico y por su versatilidad esa hercúlea y tatuada criatura del pantano, que lo mismo te toca la rhythm guitar, que la mandolina, la harmónica y el violín.
Tras un tema inaugural que hizo las funciones de «welcome to the show» -fuentes fiables indican que se trató de «Ain’t Nothin’ But A Houseparty«-, empezó a sonar la emblemática pianola de la maravillosa «Charity Song», dando así inicio a la ejecución integral del disco homenajeado.
La furia de «Bound to Ravage, las groovy y canallescas «Sad to Say I’m Sorry» y «Every Little Crack», el arrojo soul de «Somebody Elses Lord» y «Desperate Poetry», la indiscutiblemente favorita «Bitter Sweethearts», con sus twin guitars … qué grandes canciones pueblan «Too Much Is Always Better than Not Enough» y qué buen trabajo hicieron Sulo y compañía con unas interpretaciones a la altura de las circunstancias.
Pero seamos sinceros (y subjetivos). Mientras que los 45 minutos de «Too Much» fueron de auténtica fiesta y comunión entre banda y público, lo que vino después fue un pequeño bajón. Se les tiene mucho cariño, pero las cosas son como son.
No por ellos, que lo siguieron dando todo encima de las tablas, pero ese picoteo entre los temas de los discos que «no importan», los que sólo ha escuchado Txema Herrero, hizo mella. El déficit de atención que algunos tenemos latente afloró y las conversaciones subieron de volumen. Un piloto automático que sólo se rompió con la descomunal «Goodbye, Miss Jill».
¿Alguien dijo gira 25 aniversario de «As Your Greens Turn Brown» para 2026?
Hi.. no sabría cuantificar los q allí estuvimos.. pero si sobre unos 200 a 250..