La mía no, que no tengo, si no la de Gwenna Laithland, la autora del texto que a continuación os reproduzco y traduzco.
Ahora que el sábado noche está al caer, su lectura puede daros ideas para salir de la rutina:
Debía tener 10 o 11 años la primera vez que me masturbé. Ni sabía que estaba haciendo ni sabía que eso tenía un nombre. Ni era consciente de que más adelante sería algo que haría de forma regular e intencionada. Pero tenía una almohada entre las piernas y, casualmente, rozó el punto adecuado de la manera adecuada. La sensación fue tan extraña, eléctrica e intrigante que todavía la recuerdo pasadas tres décadas.
Pasarían años hasta que jubilase las almohadas. Tenía 18 años cuando me hice el primer dedo y no fue hasta que abandoné el nido para ir a la Universidad que empecé a experimentar de verdad.
Mi educación conservadora evitó que entrará en un sex shop durante muchos años. Nadie me dijo que era malo, pero no podía soportar la vergüenza de ser identificada por el dependiente como una persona que se tocaba. Algo que una mujer decente nunca hacía (claro que lo hace, pero los tabús de la infancia no te los sacas tan facilmente).
Hasta los veintipico, ya casada y divorciada, no me compré mi primer vibrador.
Sin juguetes «homologados» y a falta de pareja, me volví creativa. De alguna manera, experimentar con utensilios de cocina me parecía menos desviado que ir a comprar un dildo en un sex shop. Es una gilipollez, pero en ese momento, en mi cabeza, tenía sentido.
Lo que viene a continuación es un repaso -muy parcial- de los mejores y peores objetos que llegué a utilizar.
Comida
Banana
Un plátano sonaba natural. Había escuchado que se usaban bananas para enseñar como poner un condón, así que pensé que si servían para eso, también darían el pego como pene para mi vagina.
Honestamente, como objeto penetrador funcionó bien. Sin embargo, usad bananas que estén bastante verdes, especialmente si tenéis músculos vaginales potentes -como parece ser son los míos-. Un buen orgasmo, gracias a la estimulación clitoriana mientras le daba al instrumento -algo maduro-, hizo que la fruta se ablandara y el asunto se puso feo. Tuve que pescar trozos de banana dentro de mi coño durante un rato. Raro.
Pepino
Otra idea descerebrada. Los resultados son similares a los de la banana. Y hay mucha variedad de longitudes y grosores, así que tienes todo un mundo por explorar.
Calabacín amarillo
Pensaba que funcionaría mejor de lo que lo hizo. Su forma algo curvada le daba un aire fálico y prometía contacto con el punto G. Sin embargo, su extremo superior es rugoso y pincha. Con los dedos casi ni lo notas, pero metido en la vagina parece que lleve unas putas cuchillas. No lo recomiendo.
Mazorca
Adecuadamente pelada y recortada, una mazorca pintaba pero que muy bien. Y, efectivamente, la superficie de los granos de maíz es una maravilla. Muy efectivo si durante el mete-saca le vas dando pequeños giros a la herramienta.
Utensilios de cocina
Cucharones
De todos los cachivaches que llegué a usar, el mango de un cucharón de cocina fue mi favorito. Fácil de conseguir y fácil de limpiar. En mi cocina tenía dos, uno de bordes suaves y uno con un mango rugoso de goma que le daba un plus. La largada del cucharón facilitaba su uso masturbatorio y mis muñecas lo agradecían. Además, era ideal para alcanzar puntos de difícil acceso.
Jeringa para asar el pavo
Estoy casi segura de que tomé la idea prestada de «Sexo en Nueva York». Teniendo en cuenta que tiene la punta muy estrecha, tenía que metermelo MUCHO para sentir algo, llegando a la zona del cuello del útero, lo que no mola. Como objeto penetrador, es un no rotundo. La parte de goma de la pera, rozada con el clítoris, tiene su aquel.
Botellas de Coca-Cola
Las de cristal de toda la vida, no las de plástico. Geniales, con ellas me sentía llena. Aunque por razones obvias, meter cristal en un agujero de tu cuerpo no sea demasiado sensato.
Pajitas
No sirven para nada. No sé en que estaba pensando.
Objetos del hogar
Tubo de pasta de dientes
Métetelo por la parte de la tapa. Las esquinas del otro extremo no molan. Generalmente era una experiencia extraña, pues era como tener una polla flácida dentro. Cuidado con las fugas de pasta de dientes. Pringarte la vagina con eso debe ser peor que lo de la banana.
Joystick de la consola
Esto no fue idea mía ni lo usé en solitario. Un folla amigo que tuve era un viciado de los video juegos y me sugirió que me metiera el joystick mientras él miraba. Entonces ponía el juego en marcha. El mando era uno de esos que vibra cuando al personaje -que nadie movía- le meten un tiro. Era intenso a la par que emocionante, pues nunca sabía cuando vendría la sacudida ni cuanto iba a durar.
Lo recomiendo, pero es caro. A la que jugamos un par de veces el mando quedó inutilizado por culpa de los jugos vaginales.
Cepillo de dientes eléctrico
Después del mango del cucharón, mi favorito de calle. Si gana el cucharón es por qué es más fácil de limpiar. Además, el cepillo no va bien para penetrar. Las cerdas, incluso las más suaves, dañan a la vagina. Lo prové y nunca más.
El cepillo eléctrico es ideal para la estimulación del clítoris y de la vulva. Es lo mismo que un vibrador. Lo recomiendo. ¡Y no lo confundas con el que usas habitualmente para la boca!