Ayer tocaban DeWolff en la ciudad, así que los cánones marcaban que yo debía estar en la pequeña de Apolo. Sin embargo, aún siendo fan de los neerlandeses y sabiendo que nunca defraudan en directo, el cuerpo me pedía algo más ligero, divertido y freak. Me pedía Destroy Boys.
Tampoco creas que los tenía -tengo- demasiado controlados. Con unos cuantos clips cortesía del algoritmo de Youtube y un par de escuchas desordenadas a su reciente «Funeral Soundtrack #4» (2024) tuve suficiente: las vibraciones eran buenas, me encajaban con el punk-pop-grungie con chicas al frente que llevo una temporada consumiendo compulsivamente.
Iba a ser de las 3-4 personas de mayor edad de la sala y daría la nota entre el fandom de Destroy Boys, pero me importaba una mierda. Let’s got to Razz 2!
Hablando de la mediana del complejo de Poble Nou, era raro que una banda tan, a priori, underground estuviera programada en un recinto de generoso tamaño. Sin embargo, estoy tan acostumbrado a estar fuera de onda que un llenazo tampoco me hubiese chocado.
Al final, la lógica se impuso y los de Sacramento, sin tener aquello un aspecto desangelado, llenarían un tercio del aforo. No importó, ese 90% de menores de 20 años -al final la cuota de veteranos de guerra estaría en torno al 10%-, bulliciosas y gritonas (casi todo eran ellas), con muchas ganas de gresca, dieron el escalfe necesario. No faltaron pancartas y regalos.
Un dato sociológico. La juventud, o es abstemia o no tiene un duro. Mira que aspecto tenía la barra 5 minutos antes de empezar el show:

Uno de los temas estrella de Destroy Boys es «Boyfeel», una oda al no binarismo. En su clip vemos a su vocalista, Alexia Roditis, hecha todo un chicarrón, con bigote y todo. Y si chequeas las fotos promocionales, tampoco es que suela resaltar su feminidad.
De ahí mi sorpresa cuando saltó al escenario enfundada en transparencias y cuero, con unos pantalones abiertos a lo Axl 1986 que mostraban sus bragas. ¡Sexy! Parecía un crossover de Madonna y Siouxsie Sioux.

Muy comunicativa en lo verbal -es de origen latino, su español es casi perfecto- y lo gestual, risueña y sensual, maneras de diva dark, Alexia, a pesar de su juventud, es un frontwoman muy solvente.
Violet Mayugba, guitarra y cofundadora, se lo pasa en grande. De imponente presencia, casi cavernícola, con sonrisa perenne, aporta animalismo y mala leche al combo. Brutalísima en el par de temas que cantó. Como contrapunto, ¿Natasha?, la otra guitarrista adicional que han traído de gira, es pura timidez y sobriedad, pero hay que ver como reparte riffs. La base rítmica masculina -bien el batería con esa camiseta de Niss-, cumplidora.
Volviendo a Mayugba, a mitad de concierto soltó una proclama que venía a decir: «si se acerca a tí alguien 15 años mayor, mándale a la mierda«. Aunque vale, se acepta el consejo, nadie supo a qué venía a cuento. Hasta que esta mañana he leído esto. Resumiendo, la esposa de Corey Taylor, el cantante de Slipknot, acusó en una serie de tweets realmente amargos a Violet de intentar robarle el marido. Que no fuera en realidad Taylor el asaltacunas y la guitarrista todavía lleve un cabreo importante encima.
Tras una horita trepidante de lo que ellos mismos definen como «What would happen if Blondie stumbled into a Misfits recording session» -a lo que yo añado, Olivia Rodrigo meets Mysterines, toma mezcla-, discursos en favor de todas las letras del LGTBI+, vivas Palestina y Fucks Trump, Destroy Boys dieron por finalizada la velada. Y mi cuerpo tuvo lo que andaba buscando.
