Es probable que si te hablo de la Guerra Civil española levantes una ceja, sueltes un sonoro «pffffff» y acto seguido cambies SPD por cualquier otra publicación. Bueno, es una opción, otra, mucho más recomendable en mi opinión, es que sigas aquí y solamente salgas para chequear si todavía estás a tiempo de ir a l’enterrador en la sala La Villarroel en BCN. La Villarroel es una de esas salas (com El Español de Madrid) en las cuales puedes entrar a ciegas porque la calidad de las obras que se representan ahí siempre es muy alta.
Adentrémonos en el meollo: L’Enterrador es una obra de teatro centrada en la figura del llamado Enterrador de Paterna. No, no es una obra de terror, o si, pero una de terror real, de personas que pisaron el mismo suelo que nosotr@s.
Leoncio Badia Navarro es un combatiente del bando republicano que después de ser capturado y condenado a muerte posteriormente es liberado para sufrir una tortura más y, acaso, más atroz. Esa liberación y concesión del perdón esconde una sorpresa envenenada: se va a convertir en el enterrador de todos los republicanos ejecutados con el agravante de que Paterna se convirtió en una de las fosas comunes más grandes del país: hasta casi 2500 personas fueron ahí enterradas.
Bajo esta premisa Pepe Zapata (un actor totalmente desconocido para mi) hace un trabajo descomunal, su monólogo con un amigo muerto y todo la intensidad con la que transmite la historia es suficiente para que los zapatos que representan al ejecutado y el pelado escenario se pueble de todos los elementos necesarios para que la historia de coja del cogote y ya no te suelte hasta que las luces se apagan.
Y es que Pepe Zapata está descomunal en la interpretación, pero es que la historia es increíble. Con profundas reflexiones de un tipo que se rebela hasta en la condena más cruel que se les ocurrió a la gente que estaba al mando en la posguerra. Y es que esa rebeldía fue identificar a todo aquél que pudo, tratando a la persona con el respeto merecido y dejando la fosa ordenada con un cariño y un trato excepcional a cada uno de los que ahí se enterraban.
Aunque la historia está contada desde el prisma de un republicano la obra se aleja del puro maniqueísmo buenos-malos. Con eso quiero decir que si bien el bando nacional se retrata como lo que fue, una maquinaria tiránica de represión, asesinato, saqueos y un larguísimo etcétera de hechos execrables también hay espacio para la crítica al bando republicano con una frase que resuena en las mentes de los espectadores: «Pensava que anava de bons i dolents, però no, anava de dolents i pitjors.». Con ello no se quiere blanquear el franquismo si no también poner foco sobre atrocidades que se cometieron en ambos lados.
En una charla posterior al espectáculo el mismo Pepe Zapata contaba que la obra se va a representar para institutos lo que me parece una gran iniciativa puesto que este episodio de nuestra historia necesita ser contada. Con el paso de los años y la desaparición de las generaciones que vivieron el horror de la guerra, la posguerra y la represión no puede desaparecer esta parte esencial para entender un país, una sociedad que está conformada, también, desde la sangre vertida y la venganza más abyecta. Este hecho me recordó que hace ya años la banda navarra Barricada publicó el álbum «La tierra está sorda» que abordaba la temática de la Guerra Civil a partir del libro de Dulce Chacón «La voz dormida» y que también inició un tour por escuelas e institutos para contar esos años de horror.