En 2008, Nick Cave decidió que no era demasiado tarde para aprender a tocar la guitarra, y en aquella gira, la del actualmente ignorado “Dig Lazarus Dig!!!”, se colgó la guitarra en la práctica totalidad del show, a posterior su furia guitarrera la dejo para el proyecto Grinderman. Esta pequeña observación personal, viene a cuento ya que a día de hoy cuesta imaginarse a un Cave diferente al actual, de traje Gucci inmaculado, pero con una actitud más visceral que nunca, que no duda en pegar salivazos cuando toca y tirarse sobre el público.
La ironía se abraza a una actitud y energía que lo lleva a la interactuación constante con el público, reformulando o añadiendo pasajes en las letras de sus canciones que posiblemente invente sobre la marcha, como el estribillo dedicado a Hanna Montana en “Higgs Boson Blues”, y que acabo lanzando un “Miles Cyrus Drowned in The Pool”, haciendo que en tu mente se proyecte esa escena, pero al estilo de una escena creada por David Lynch.
Dentro de esa entrega, no olvidemos, el factor emotivo, que sumado al sufrimiento reciente de nuestro protagonista, genera un efecto de tensión en el ambiente que se llenó de lágrimas en ciertos momentos. Por otra parte, también se produjo una sensación de peligro, cuando un arranque de piano suave, generaba en una cascada de sonidos cortesía de los Bad Seeds, perfectamente compenetrados y que han dado un giro a muchos pasajes de los temas incluidos en el set.
Y ya que nombramos a los Bad Seeds, la comodidad que encuentra Cave en su mano derecha Warren Ellis es perfecta (Un Ellis que por otra parte, no andaba fino, ya que no paro de escupir y toser, aunque esto no le impido la entrega sobre el escenario), buscándolo en los momentos más ariscos de la noche, sus instrumentos rozan lo deslavazado, capaz de sacar lo mejor de ellos. Así mismo, otro aspecto destacable y que se me antoja básico en el desarrollo del show, es el juego e interactuación de los coristas, cubriendo los espacios de forma magistral.
Durante dos horas se pudo evidenciar la multitud de registros por los que se mueve un setlist, que representa el pasado como en “From Her To Eternity” o “Tupelo” y presente en el emotivo final de “Ghosteen Speaks”. En todas ellas, se aplica una textura específica, alejada de cómo fueron paridas o bien mutándolas, el pasaje industrial de “Red Right Hand” parece sacado directamente de una fábrica de hierros. Otro de los aspectos básicos, es dotar de una mayor carga eléctrica de guitarras a temas como “City of Refuge”, o “Vortex” composición que quedo en el aire, ya que la banda en su momento (2006), dudo entre destinarlo al álbum de Grinderman o a The Bad Seeds, y que en su interpretación en directo demostró que ha sido un acierto rescatarlo.
Podría alargar este texto hasta el infinito, ya que en un show de Nick cave and The Bad Seds pasan muchas cosas, como la chica que llevaba un cartel indicando “Mr. Cave Dance With me” y que obtuvo su recompensa, la bolsa con una especie de guion escrito que recogió y deposito sobre su piano, la persona que le comento algo cuando procedía a la intro de armónica, etc…. pero lo finiquitare con una petición o deseo. Después de haber visto desde las primeras filas el show, sería muy interesante que ese dolor, rabia y furia que pudimos ver, se canalizara en un álbum enérgico y dinámico, alejado de los por otra parte excelentes últimos trabajos.