Oranssi Pazuzu son una banda diferente. Diferente a todo porque no solo mezclan prog, black,electrónica y todo lo que te puedas imaginar en su (extrema) propuesta si no que en cada disco hay algo que lo hace distinto al anterior y, eso, hace que sus directos sean distintos cada vez que los disfrutas en una sala.
Porque este pasado 1 de diciembre en la Razz2 tuve la sensación de verlos por primera vez. Si en el AMFest ’22 me inicié con la banda y me cautivaron para siempre con un directo arrollador, como un agujero negro que te absorbe y te aplasta, en esta ocasión tuve la sensación de estar en una especie de ritual pagano plagado de sustancias lisérgicas y no tanto en un simple concierto de música extrema, empezábamos bien, muy bien. No menos contundentes que en el anterior concierto pero con una vuelta a su propuesta que transformó la experiencia con ellos, su propuesta es tan difícil de catalogar y su directo tan increíble que resulta imperdonable perderse sus discos o sus conciertos. Quedáis advertidos.



El repertorio estuvo basado en su último LP Muuntautuja (un disco reina en este 2024 con una brillantez cegadora) que hizo temblar el suelo de la sala, temiendo por el colapso y el desplome en ocasiones, finalizando con esa locura absoluta llamada Saturaatio. Sencillamente insuperables, imbatibles, dominadores subyugantes, abrasivos, satánicamente psicodélicos, se me acaban los adjetivos y no encuentro metáforas que hagan justicia a esta banda.
La papeleta que les dejaron a la banda principal, Sólstafir, era de escándalo. Los de Aðalbjörn «Addi» Tryggvason despliegan otro tipo de sonoridades, mucho más ambientales aún siendo contundentes (y muchos más comunicativos) por lo que el cambio de registro era tan diametralmente distinto al desplegado por el Diablo Naranja que me costó 4 o 5 temas meterme en el show de los islandeses. Y no por falta de ganas ni por demérito del grupo, más bien porque el temblor aun atronaba en las paredes de la sala.
Sólstafir empezaron de menos a más, como situándose ellos también en el escenario después de la demolición sónica de los Pazuzu. Cuando tomaron las riendas del concierto, domando el tiempo y el tempo a su antojo ofrecieron un espectáculo muy bueno, con constantes interpelaciones al público, buscando y encontrando la complicidad.
No los controlo demasiado y a penas había escuchado su último disco (Hin helga kvöl, 2024) aunque si tenía algo más escuchados Berdreyminn (2017) y Svartir Sandar (2012). Preguntando a mis colegas me comentaron que el setlist fue algo flojo aunque, en mi primera experiencia con ellos, me convencieron totalmente llegando al clímax con Fjara, un tema que me vuelve loco.
En resumidas cuentas, un conciertazo de aúpa, que, en mi opinión hubiera ganado invirtiendo el orden de las bandas (pero claro, yo iba principalmente por Oranssi Pazuzu) porque el desnivel de intensidad sónica era evidente. Y con los pelos de la nuca aún temblando nos despedimos de la avalancha nórdica hasta otra ocasión.
PD: Helga no los vi, a decir verdad no los conozco. Si sabes de ellos, no dudes en comentarlo! Go ahead! ‘Til next time, duuuuudes!