Cada vez que se anuncia el estreno de una nueva serie televisiva de género de terror/horror/thriller sobrenatural o psicológico me echo a temblar. No porque sea un cagón (que lo soy, in the real life), sino porque la mayoría suelen ser un bodrio. Pero mi tembleque inicial se convierte en escalofrío de la muerte si, además, uno se entera que tras los mandos del inminente artefacto está la mano de M. Night Shyamalan. Y es que, a excepción de «El Sexto Sentido» (1999) la carrera cinematográfica de este señor lo único que me provoca es somnolencia. Por no hablar de su incursión en el medio televisivo, con aquella infamia titulada «Wayward Pines».
Afortunadamente «Servant» abre un nuevo camino de esperanza para el cineasta hindú. Qué me convenció a vencer mis reticencias de catar el piloto es aún un misterio, pero esta vez la cosa ha acabado bien. Y subrayo lo de acabar porque, inicialmente, iba a escribir estas líneas a un episodio del final de temporada. Mis palabras hubiesen sido las mismas, sin embargo; ya que, aunque el cliffhanger del último capítulo confiere forma esférica a lo que parecía una madeja deshilachada de cabos sueltos y situaciones epatantes (y descacharrantes, para qué negarlo), con lo que me quedo tras sus cinco horas de metraje es la sensación permanente de sorpresa, malrollo insano y atmósfera asfixiante. Por una vez, el hecho de plantear contínuos interrogantes no me preocupaba: si quedaban sin respuesta me hubiese valido igual.
Del argumento prefiero no contar nada, mejor llegar virgen; aunque las imágenes de la promo ya dejan claro que el eje central es un bebé (¿maligno?) y, peor aún, unos padres primerizos (eso sí pone los pelos de punta, colega).
Me lo apunto, que llevo una racha larga de series «ni chicha ni limoná».
Por cierto, si Shyamalan vuelve a ser digno de nuestra confianza … ¿qué será lo siguiente? ¿J.J. Abrahams como garantía de calidad? Cada vez que veo su nombre en un producto, salgo por patas!