No iba a ser mi primera vez con Carlos Tarque, pues hace la tira de años tuve la fortuna de verlo a dos palmos de mi cara liderando a los Rollers, guapísima banda de versiones que formó -supongo que a modo de desahogo o incluso expiación- durante la etapa de máxima popularidad de M-Clan, en el recientemente desaparecido Sidecar.
El repertorio fue tremendo y salí contentísimo, pero recordar, ahora mismo sólo recuerdo el «Somebody Knockin’» de Izzy Stradlin. He localizado un post de un blog con el set-list de un concierto de la época. Los tiros en Sidecar debieron ir por ahí.
El caso es que, dos décadas después, tenía ganas de Tarque. Cualquiera que me conozca sabe que venero los dos primeros discos de M-Clan. No importa lo que vino después, ambos álbumes son cumbres absolutas del rock en castellano y esos, tíos tienen ganado mi respeto eterno.
Pero es que, además, el vocalista nacido en Chile, arropado por la Asociación del Riff, ha parido últimamente un par de discos estupendos («Tarque» y «Vol.2»). Una vuelta a las raíces en toda regla (aunque ojo, los últimos trabajos de M-Clan no están nada mal, pero eso es otra historia).
El festival de Blues de Cerdanyola puso el reencuentro en bandeja. Concierto gratuíto, sábado noche y a 20 minutos de casa. Y con unos teloneros que llamaban la atención.
Bad Company Legacy no es más que el chiringuito de Robert Hart y Dave Colwell, dos tipos que empuñaron micrófono y guitarra, respectivamente, durante las horas más bajas de la banda, en plena era alternativa.Es decir, aunque compartieron camerino en un momento u otro con Paul Rodgers y Mick Ralphs, su relevancia en la historia Bad Company es mínima.
Pero oye, siempre es un placer escuchar esas canciones en vivo y, la verdad sea dicha, ambos son unos profesionales como la copa de un pino. Como Chris Childs, el bajista de Thunder, que les acompañaba para la ocasión.
Eso sí, no entiendo que basaran la mitad de su repertorio en Free. Aquello terminó siendo más un Paul Rodgers Legacy que otra cosa. Por cierto, bonito broche con el «Sweet Little Rock n’ Roller» de Chuck Berry que Rod Stewart hiciera suyo.
Transcurridos apenas unos minutos, ataviado con chupa de cuero -de la que pronto se desprendería-, chaleco, camiseta de tirantes y jeans de pitillo, todo negro estricto, Tarque saltó a escena y en seguida dejó claro que el RN’R es su profesión.
Bravucón, de movimientos toscos y agorilados, recordando al Springsteen 80s womanizer de factoría y línea de montaje. Te puede gustar más o menos su propuesta, pero este tío tiene OFICIO. Y voz, por supuesto.
A su lado, desprendiendo un feeling que no es habitual en la Europa Continental, nuestro guitar hero patrio, Carlos Raya, impartió una master class de como sacar jugo a una Gibson.
La columna vertebral del set-list estuvo formada por el grueso de los temas que conforman los antes citados «Tarque» y «Vol.2». Hiper efectivas piezas bañadas en el sonido pretérito de los Murciélagos, el classic rock de viejo cuño de, por ejemplo, sus teloneros de esa noche y la modernización del género propiciada por Rival Sons.
Si me preguntas por los highlights, pongamos «Escapa del Amor», «El Diablo Me Acompañará», «Piel de Toro», la traducción del «Evil» de Willie Dixon popularizada por Cactus, «He Vuelto Para Veros Arder» y ese grand finale -un poco deslabazado, eso sí- con «Donde Nace el Rock N’ Roll».
Por pedir, sería muy grande que rescataran los himnos de «Un Buen Momento» y «Coliseum» en vez de la discreta «Calle Sin Luz», pero entiendo que la etapa de MClan con Campillo es un trago amargo que ya queda muy lejano.
Y por pedir más, que saquen a «Helter Skelter» de ahí, coño, que a estas alturas ya se da la mano con «Smoke on the Water».