AC/DC -Love at first feel

Me enamoré de AC/DC cuando vi el “NO BULL”, su directo en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Lo pusieron entero en el “Sputnik”, un programa catalán del “Canal 33” en el que se retransmitían videos musicales y conciertos variados, muchos de ellos de Rock.

Yo rondaría los 13 años, y a esa edad te impresiona casi todo: me quedé flipado con la manera en la que Angus, un tío con corbata y pantalones cortos conseguía que todo Madrid alzara el puño en alto mientras él se despelotaba en “The Jack”.

¿Cómo era posible que nadie me hubiera hablado de este grupo antes?

Los CD’s de “Lo más duro 5” y “Maquina total 8” de mi hermano mayor no me engancharon. Hasta la fecha solo me había comprado un disco de los mexicanos Molotov y una banda Española de Rap-Rock llamada Superskunk, después de ir a verlos en lo que fue mi primer concierto.

Al día siguiente de ver el NO BULL conseguí abrirle el monedero a mi madre sin que se diera cuenta. Entre el palo a mi vieja y lo que tenía en la hucha me compré “Ballbreaker”.

Escuché Ballbreaker varias veces al día durante meses, y aún hoy día me parece uno de los mejores discos del grupo, con temazos como Boogie Man, Hail Caesar y la mítica Hard as a rock, que hace referencia a la reacción de la polla de Brian Johnson ante una tía muy buena.

Mi obsesión por AC/DC fue en aumento, empezando por hacerme con toda la discografía en CD. Mi presupuesto -especialmente ajustado- estaba dedicado exclusivamente a inflar las arcas de los Young. Y también las de las tiendas de la calle Tallers de Barcelona, a donde iba varias veces a la semana en busca de bootlegs o VHS piratas que tuvieran conciertos de los australianos de cualquier gira y de cualquier año.

La mayoría de grabaciones eran de pésima calidad, pero cuando encontraba algún mítico directo como el “Rock goes to college” se me olvidaban las otras 20 mil pesetas tiradas en cintas de video donde ni se veía ni se escuchaba casi nada.

Recuerdo frecuentar foros de AC/DC donde hice bastantes colegas intercambiando cintas de VHS por correo y haciendo alguna “quedada” para ir a conciertos.

Hoy día por supuesto puedes encontrar todos estas grabaciones piratas en YouTube, algunas con buena calidad.


El día mas feliz de mi vida

Después de varios años de AC/DC–manía, por fin llegaba el grupo a Barcelona en la gira de Stiff Upper Lip.

¡Mi oportunidad! En esa época te comprabas las entradas en papel y en la tienda. Duraban semanas o meses antes acabarse: nada de estar a primera hora de la mañana delante de tu ordenador rezando porque las entradas no se agoten en 4 minutos y tengas que pagar el triple en la reventa.

Del concierto recuerdo todo con detalle: las horas de espera acampado en el Palau Sant Jordi, las conversaciones con los dos jebis del insti que me acompañaban, la presión en las costillas de la valla metálica de la primera fila, la cerveza volando por encima de mi cabeza al empezar el concierto, la energía de los teloneros Backyard Babies -nunca había visto a nadie con tantos tatuajes- y por supuesto el bolo de AC/DC.

No hay nada como las primeras veces: si me preguntas por mis últimos 20 conciertos apenas acertaría a decirte los nombres de los grupos.

Mi fanatismo por los australianos fue en aumento, y también mi colección de parafernalia con todo lo que tuviera que ver con ellos: recuerdo llegar a pagar 5 mil pelas por una réplica de la placa de su surrealista calle en Leganés.

Angus y Malcom en Leganés.

Mi obsesión con AC/DC aún continúa, 20 años después, pero de manera mucho más controlada y sana.

Ahora, la colección está centrada en libros biográficos sobre el grupo o en encontrar alguna entrevista inédita o camiseta curiosa de vez en cuando.

Con Power Up, los fans de AC/DC tenemos que estar agradecidos. Tenemos suerte de que Angus tire para delante de nuevo, -ni la muerte de su hermano ni la sordera de Brian lo han retirado- y decida sacar un disco nuevo y una nueva gira cuando se pueda.

Nadie le podría ya reprochar nada a Angus y se podría quedar en su casa de Holanda tomando té hasta los 90 años, pero prefiere hacernos disfrutar al menos una vez más haciendo lo que más le gusta.

Yo me siento afortunado de tener una nueva ocasión para volver a sentirme como aquel chaval de 13 años para el que ver a su grupo favorito era el día más feliz de su vida.

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