Ha vuelto de nuevo a Barcelona, y más en concreto a la sala Rocksound, Bob Wayne, el forajido de Illinois. Lamenté habérmelo perdido en su anterior gira, en la que presentaba uno de sus mejores trabajos, Bad Hombre.
En esta ocasión, la excusa para salir a la carretera era batir el record mundial de conciertos anuales, el cual se sitúa en la cifra de 309. El objetivo de nuestro hombre en cuestión era no ceder un solo día, y poder realizar el mayor número de actuaciones durante un año. Ahora seguramente ya no podrá conseguir dicha hazaña, por culpa del dichoso virus que ya conocéis.
Pero vayamos al grano, Bob Wayne solo trajo consigo su guitarra y a sí mismo. Se plantó en mitad del escenario y arrancó una noche de total complicidad con el público. Su presencia y su carisma en escena demostraron un poder de quien seguro será recordado como un gran músico, un gran comunicador.
Es evidente que lleva muchos años de carretera a sus espaldas, y eso se nota.
El concierto empezó como un tren que barre todo a su paso con Till the Wheels Fall Off; tras unos pocos temas, nuestro hombre solitario se convirtió en lo más parecido a una Jukebox. Prestaba atención a lo que el público quería escuchar, y él lo tocaba sin más.
Así fuimos disfrutando de Ghost Town, Mack, Reptile, Hell Yeah, La Diabla, Love song, Mr. Bandana, Dope Train, 20 Miles To Juarez, Sam Tucker, y una muy cachonda, Que se joda la ley (Fuck The Law).
Tuvo una mención especial a Javier Ezquerro, al que le dedicó Hillbilly Heaven. Nos adelantó una canción de su último disco Rogue. Al cabo de una hora y media, dio por terminada la velada.
No echamos de menos que le acompañara su banda, y esta ha sido posiblemente mi mejor experiencia con este cowboy en escena.
Al final, pude hacerme con una copia grabada en cdr de su último disco Rogue, el cual todavía no ha visto la luz oficialmente. Mientras escribo estas líneas lo escucho atentamente… Más intimista y minimalista que sus últimos trabajos, volviendo a su esencia primaria, con alguna sorpresa como la versión de Rake, de Townes Van Zandt.
Cuando le vimos marcharse, solo, en su furgoneta negra, imaginamos cómo seguramente iría a recorrer alguna aventura más en su camino….
Thank you!
