«El Colapso» de tu vida, tal como la conoces, en 160 minutos

OK, llego tarde, pues esta serie tuvo su momento en julio, cuando Filmin la trajo a España y exprimió a fondo su maquinaria propagandística. Si vives en una gran ciudad, seguramente viste el poster que encabeza este post en las marquesinas de los autobuses.

«La serie más innovadora de la década«. «Nunca has visto nada igual«. Así de hiperbólicos eran los mensajes que acompañaban a la promo.

En su ánimo de vender el producto, los cerebros de Filmin se pasaron tres pueblos, pero consiguieron que durante unas semanas se hablaran bastante de «El Colapso» y, oye, esta serie francesa no está nada mal.

El mundo -o al menos Francia- se está yendo a la mierda, la civilización se está hundiendo rápida e inexorablemente. No se trata de una pandemia, una guerra, una oleada zombie o una invasión alienígena. No termina de especificarse, pero parece que el Estado francés -y con él, toda la sociedad- se va al garete por una crisis económica sin precedentes. Los suministros se agotan y la mezquindad/instinto de supervivencia hace el resto.

Un supermercado cuyas estanterías empiezan a vaciarse, una gasolinera con colas kilométricas, una comunidad rural autosuficiente a lo «Walking Dead», un geriátrico en el que sólo resiste un trabajador al cargo de docenas de ancianos, un velero en medio del océano, un plató de TV …

***** el último!

En 8 capítulos -más entrelazados de lo que parece a primera vista, presta atención- de unos 20 minutos, como si fuera una antología de las miserias humanas, «El Colapso» nos presenta otros tantos escenarios, unos más interesantes que otros -pero todos, dado el escaso minutaje, merecedores de vuestro visionado-, en los que seremos voyeurs de reacciones y actitudes ante el desconcierto imperante.

Por su peculiar estructura de pseudo-sketches independientes rodados en un único plano secuencia, tras sus 2 horas y media deja -voluntariamente, pues está claro que su objetivo, por encima de presentar una trama sólida, es inducir al espectador a la reflexión- muchos cabos por atar y uno se larga a la cama con 1 millón de preguntas sin respuesta y con muchas ganas de saber más. Y con la perturbadora sensación de que un colapso de esas características podría estar a la vuelta de nuestra esquina.

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