La Conjura contra América

«¡Esta noche hemos recuperado América!« (Tonight, we have taken back America!)

Con esta frase cierra su discurso Charles Augustus Lindbergh tras conocer que ha derrotado en los comicios a Franklin D. Roosevelt y será investido como 33º Presidente de los EEUU.

¿No os resulta familiar esa sentencia? Está claro que se trata un guiño al famoso «Make America Great Again» de Donald Trump.

En una era donde los populismos arrasan y muchos países parece que estén embarcados en una absurda competición sobre quien tiene a un governante más loco e idiota, David Simon -el genio creador de, entre otras, «The Wire», «Treme» o «The Deuce»- ha apostado por llevar a la pequeña pantalla «The Plot Against America», la novela distópica de Philip Roth.

Charles Lindberg posando junto al Spirit of St.Louis

En ella, Charles Lindberg, el GRAN HÉROE AMERICANO, el pionero de la aviación que protagonizó el primer vuelo en solitario sin escalas de la historia entre América y Europa pilotando el legendario «Spirit of St.Louis» -a su regreso a USA, se calcula que 4 millones de personas salieron a recibirle-, se postula como candidato por el partido republicano a las elecciones presidenciales y, contra todo pronóstico, termina ganando.

Personaje popular que no tiene ni puta idea de política, que parte en clara desventaja respecto a un contendiente mucho más experimentado, y que finalmente resulta vencedor. Nos suena.

Portada del New York Times anunciando el éxito de Lindbergh

La proeza de Lindbergh tuvo un importante componente patriótico. En una antesala de lo que ocurriría 40 años después con la carrera espacial hacia la Luna, en los años 20 diversas naciones se disputaban el honor de ser los primeros en cruzar el charco en avión.

De hecho, el millonario Raymond Orteig animó el cotarro ofreciendo un premio de 25.000$ al primer piloto que lo consiguiera.

Muchos murieron en el intento, algunos de ellos héroes franceses de la 1ª Guerra Mundial, y fue Lindbergh quien se llevó el gato al agua. USA hinchó el pecho y elevó a los altares de la popularidad a, hasta ese momento, un desconocido aviador del correo aéreo postal americano.

El hito tuvo lugar en 1927, pero a mediados de la siguiente década volvió a ser portada de todos los diarios. Esta vez el motivo fue desagradablemente distinto:

Su hijo de año y medio, Charles Jr., fue raptado el 1 de marzo de 1932. El secuestrador pidió 50.000$ y Lindbergh accedió, aunque la poli procedió a marcar los billetes.

A pesar del pago, el niño no fue devuelto y su cadáver fue hallado el 12 de mayo de ese mismo año. El secuestro, la búsqueda, la aparición del cuerpo, la investigación del asesinato, el arresto de un carpintero alemán dos años después por tenencia de los billetes marcados, su posterior ejecución en la silla eléctrica en 1936 … el caso del siglo en la América de la Gran Depresión.

Agobiada por el acoso de la prensa, la familia Lindbergh se mudó a Europa, donde entraría en contacto con la Alemania nazi.

Aunque el mismísimo Hermann Göring le entregó una condecoración por orden del Führer, Lindbergh nunca se declaró abiertamente a favor del Tercer Reich.

Lindbergh (izquierda) en compañía de Göring (derecha)

Sin embargo, a su vuelta a USA en 1939 se erigió en portavoz del America First Committee, poderoso lobby que hacía pressing en favor de la no intervención yankee en la guerra contra Hitler.

Además, en sus discursos en los que defendía la supremacía de la raza blanca y culpaba a los judíos de males varios -diferenciado a «americanos» de «judíos», lo que irritó profundamente a esa comunidad- se le veía el plumero.

Ahí nos sitúa David Simon en el segundo capítulo de «La Conjura contra América» («The Plot Against America»), con un Lindbergh empoderado que -y ahí entramos en en el terreno de la distopía-, convenientemente blanqueado por los medios y por algunos jerifaltes de la propia comunidad judía, se presenta a las elecciones y derrota a Roosevelt.

El rabino Lionel Bengelsdorf (John Turturro) se moja a favor de Lindbergh

Es de suponer que en los 4 capítulos que faltan por estrenar, la administración Lindbergh se las hará pasar putas a sus conciudadanos menos arios.

Cuando tuve noticia del estreno de «La Conjura contra América», me asaltó la euforia. Con semejante premisa y con ese titán a los mandos, nada podía fallar. Además, el reparto, con la recuperada Wynona Ryder y el gran John Turturro, era de bastantes kilates. Algo muy grande estaba en ciernes. Antes de ver ni un solo minuto, ya tenía en mente el post triunfal.

Por eso, el chasco tras ver el primer episodio fue tan grande que estuve tentado de hacer un artículo en dirección contrataria, defecando en la serie. Aburrido y con tintes de folletín de sobremesa a lo «Amar en Tiempos Revueltos», menudo desengaño.

Wynona en la piel de Evelyn Finkel

Sin embargo, opté por contener mi furia y darle una nueva oportunidad con el segundo capítulo. Buena decisión, pues sin ser nada del otro jueves, todo mejora y se intuyen emociones fuertes en las próximas entregas. Como en todo producto de David Simon, los acontecimientos se cocinan a fuego lento.

Por cierto, en la vida real, una vez los japoneses atacaron Pearl Harbour, a Lindbergh se le quitó la tontería del «no a la guerra» y sirvió como consultor -la Casa Blanca, resentida por su actitud previa, rechazó su incorporación al ejercito- para ayudar con sus conocimientos aeronáuticos en la campaña del Pacífico. Eso sí, nunca movió un dedo en favor de la liberación de Europa.

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