«Patria», crónica de una autodestrucción

Supongo que para evaluar el rigor histórico y emocional de «Patria» es necesario haber sido testigo en primera persona del conflicto vasco. Ese el único tipo de espectador que realmente podrá juzgar la validez de esta serie como certero (o no) retrato de los años de plomo en Euskadi. Si refleja de manera correcta lo que se vivió allí o, por el contrario, tira de tópicos desafortunados.

En cualquier caso, para un cuarentón como yo, que vio los toros desde la barrera, que fue contemporáneo del drama de ETA, sí, pero a través del telediario, «Patria» me ha valido como inmersión en el tema. De acuerdo, para tratar de entender lo que pasó allí lo mejor sería tragarse documentales o visionar entrevistas a víctimas y verdugos. Pero, de mientras, la serie de Aitor Gabilondo basada en el laureado libro de Fernando Aramburu merece mi visto bueno.

«Patria» no da respuestas -ni lo pretende- al «por qué». Al cómo es posible que se llegara a ese extremo . La trama se inicia a finales de los 80’s, cuando el problema ya estaba enquistado y ambos bandos, para justificar sus incorrecciones, abusaban del «ellos son peores«. Pero sí plasma de manera implacable lo jodido que tuvo que ser, más allá de los atroces atentados, vivir en una sociedad del «calla, que te van a oír«. Vivir con miedo.

Cierto, «Patria» sufre del síndrome «Cuéntame» en determinadas tramas que poco aportan, pero, globalmente, la crónica de la (auto)destrucción de las familias Lertxundi y Garmendia (colosales Bittori y Miren, ese final vale su peso en oro) bien vale vuestro tiempo.

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