Simpatía y otras cosas por los Stones

El anuncio de la gira europea de The Rolling Stones, con su correspondiente fecha en Madrid, ha generado un revoltillo de sentimientos en un servidor.

Simpatía, por supuesto. Los Stones son la banda más grande de la historia del RN’R, ahí todos estaremos de acuerdo. Y que sigan girando en 2022, tras 60 años de carrera, es algo tan surrealista como bonito. Es como el caso de la mona Chita, la de las pelis de Tarzán, que ostenta el record Guinnes como el chimpancé más longevo. Me flipa que el simio más famoso de la historia sea el que más años ha vivido. Pues con los Stones, lo mismo.

Admiración por el estado de forma de Mick. Y por el de Ronnie y Keith, a quien, sorprentemente, se le ve bastante mejor que 10 años atrás. Lo de Jagger, a sus 78 años, es sobrenatural, pero sus guitarristas, teniendo en cuenta toda la guerra que llevan a sus espaldas, no lo llevan nada mal. Son viejos sí, pero no se arrastran por el escenario.

Nostalgia, por qué el fin cada día está más cerca, señores/as. ¿Os imagináis un mundo sin Mick Jagger y Keith Richards? Imposible, ¿verdad? Es que no tiene sentido. Pero ahí esta Charlie, que siempre me pareció el más saludable. Ha sido el primero en darnos el disgusto. Disfrutemos de ellos ahora que aún podemos.

Gratitud por los grandes momentos. Los he visto en 3 ocasiones, 2003, 2007 y 2017, todas ellas en Barcelona. Y todas ellas han sido veladas inolvidables. La abrumadora «Can’t You Hear Me Knocking» y Kiz, poniendo la piel de gallina, abrazado a su guitarra en «Slipping Away«, en 2003. El homenaje al recientemente fallecido James Brown en el show de 2007, con una sideral Lisa Fisher. El impacto por la fuerza de «Midnight Rambler» en 2017 … momentos mágicos grabados a fuego en la memoria.

Impotencia por la escalada de precios de este tipo de eventos. The Rolling Stones no giran por el vil metal, a estas alturas de la película sus tataranietos tienen asegurada la sopa boba, pero ya que giran veo lógico que se embolsen una buena pasta. Sin embargo, el coste de los tickets del show del Wanda es absurdo. Casi 200€ por una entrada de pista con visibilidad digna o 300€ por una de grada decente es un sinsentido.

No critico a los que desembolsan ese dinero y contribuyen a normalizar esa aberración. Yo mismo estuve a punto. Cuando se anunció la fecha madrileña, di un paso al frente. Sin embargo, cuando vi los precios el «seny» se impuso a la «rauxa«. ¿Puedo pagar 300€ por un ticket? Poder, afortunadamente, puedo. ¿Y otros 300€ entre el viaje desde Barna, alojamiento y papeo? También ¿Tiene sentido? No.

¡Leeré con devoción vuestras crónicas, colegas!

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