Sopa de Cabra – Palau Sant Jordi – Barcelona 26-11-22

Siempre que me preguntan -o sin necesidad que lo hagan- digo que mi primera banda fue Guns N’ Roses. Pero no es cierto, Sopa de Cabra llegaron unos meses antes. «Ben Endins», su doble en directo, se publicó en mayo del 91, alguien me grabó una cinta y durante una buena temporada viví dentro de ella, llegando prácticamente a memorizar su contenido.

A finales de ese mismo año Papa Noel me traería «Use Your Illusion II» y los Reyes «Use Your Illusion I» y mi mundo sufriría un terremoto todavía mayor, pero Gerard Quintana y los suyos siempre conservaron su hueco en mi corazón. A menudo desde la distancia, pero siempre seguí sus pasos hasta su disolución en 2001.

Y es que amigos, mofarse de Sopa de Cabra era deporte nacional entre la comunidad true rocker. Charlando con colegas algo más veteranos que yo justifican la tirria por la sobreexposición a principios de los 90s; estaban hasta en la Sopa. OK, lo puedo entender, yo también suelo tener alergia a lo promovido por los medios «oficiales», pero sabe mal que por culpa de los prejuicios y de una polémica lejanísima se estén perdiendo tanta buena música.

Curiosamente (o no), cuando perdieron el favor de instituciones y público generalista, ya en la segunda mitad de la década alternativa, Sopa de Cabra dieron lo mejor de sí. Durante su primera etapa, la masiva, los gironins practicaban un RN’R stoniano urgente y excitado, tan facilón como irresistible, pero durante la resaca, cuando volvieron prácticamente al underground, Sopa alcanzaron una madurez espléndida en la que desarrollaron un sonido mucho más elaborado que, sin perder la garra, abrazaba a Dylan, Petty e incluso The Jayhwaks.

Cuando lo dejaron a principios de siglo, coincidiendo con el fallecimiento de Ninyin (guitarrista y alma rockera de la banda), estaban en un gran momento artístico y habían recuperado la popularidad.

Y si hablamos de popularidad, este fin de gira «Ben Endins 30 aniversario» del pasado sábado en el que probablemente sea su escenario fetiche -junto con la sala Zeleste/Razz-, esas 15.000 personas en todo un Palau Sant Jordi, demuestra que la huella que dejaron Sopa de Cabra sigue caliente.

Era una ocasión bastante especial, pues se anunció la presencia de temas del disco más importante del rock català que ya no suelen tocar -y que posiblemente ya no vuelvan a entrar en sus setlist- y ahí cumplieron, pues durante hora y pico no sólo interpretaron lo más granado de «Ben Endins», sino que además rescataron emblemas de su primera etapa como «Blujins Rock» o «La balada de Dickie Demming», que quedaran fuera del directo registrado en sala de C/Almogàvers.

No hay queja en la selección. Quedaron fuera joyas como «Quan Et Mous», «Cardiaco y Acabado» o «Fes la Teva Sort», pero no podían estar todas -cafradas misóginas como «La Cara Partida» o «Tenia 18 anys», impublicables e ininterpretables en 2022, supongo que ni se las plantean-.

La decisión de bajar el tempo hasta desfigurar un trallazo como «L’Estació de França» no fue acertada, mientras que lo «Mai Trobarás» es denunciable, pero en general los clásicos de «Ben Endins» fueron reproducidos de fiel y eficazmente por el septeto, comandados por el liderazgo infinito de Gerard Quintana.

En mi opinión, los actuales Sopa de Cabra cometen un error. La postura lógica sería reafirmarse como banda de rock clásico y disfrutar de su status como única banda de este género en catalán de goza de repercusión, de ser, salvando las distancias, unos Stones, The Black Crowes o Tom Petty & The Heartbreakers nostrats. Pero ellos han considerado que esa no es el camino a seguir.

Por una parte, en los dos LPs post-reunión se han adentrado en los pantanosos terrenos de la world music y el pop positivista descafeinado a lo Coldplay. No diré que «La Gran Onada» y «Cercles» sean una mierda, les respeto demasiado, pero palidecen ante sus trabajos anteriores. Y el más claro ejemplo es la apática respuesta del Sant Jordi cuando tocaron 3 o 4 temas de esos discos. Pero vaya, si les pasa a RHCP, Sopa también tienen derecho a cagarla en estudio.

Pero lo que es realmente sangrante es, en un claro ejemplo de crisis de identidad, su acercamiento a las pseudoestrellitas prefabricadas por TV3 en un intento de ganar público entre las nuevas generaciones. En serio, tíos, no os hace falta. Y que no, que vuestra música no les va a gustar.

En una fecha tan especial, hacer subir al escenario a «figuras» como Alfred Garcia de OT, Suu, Els Catarres o los espantosos Ginestà pudiendo haber invitado a compañeros generacionales como Pep Sala o Lluis Gavaldà, fue una falta de respeto. Especialmente hacia ellos mismos.

No todos los invitados fueron una mala elección. Ramon Miravet, Joan Dausà, el tipo de Mishima y Judit Neddermann estuvieron a la altura, mientras que Xarim Aresté … Xarim -ahí lo tienes encabezando el post junto a Quintana- es Rock N’ Roll. Su incorporación a Sopa de Cabra sería la solución a todos sus males.

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