Southern Tales – Everglades & Miami Beach

Usando como excusa la publicación de «You Hear Georgia», el nuevo disco de Blackberry Smoke al que precisamente le he quitado el celofán justo antes de empezar a teclear estas líneas (ahora mismo suena «Ain’t the Same»), el consejo de ancianos que rige Sammy Plays Dirty ha decidido consagrar esta semana a la causa southern.

Para romper el hielo, he creído conveniente recuperar las crónicas de mis andanzas por EEUU en el verano de 2008. A bordo de un Chrysler descapotable, cuatro colegas nos embarcamos en la titánica misión de cruzar el país, de costa a costa. De Miami a San Francisco en 2 semanas.

Durante la semana iré desgranando el relato de las jornadas que transcurrieron por el Deep South. Menos el Ku Klux Klan, se puede decir que fui testigo de todos los tópicos sureños que te puedas imaginar.

Yeehaw!

Sábado 26 de julio de 2008

Alligator a la espera de turistas imprudentes

Tan carismáticos como sus paisanos Lynyrd Skynyrd y Allman Brothers, los alligators son un clásico de Florida. Bien aconsejados por mi colega Jose de Ibercaja, nos dirigimos a los Everglades, monumental extensión pantanosa situada a escasos minutos de Miami. 

Coopertown, diminuta aldea de 8 habitantes, es la base de operaciones unos rednecks chiflados que presumen de ofrecer el mejor tour de la zona. A bordo de un destartalado hoovercraft, conducido de forma temeraria por uno de los paletos, nos adentramos durante una hora por el hogar de los caimanes.

El Rey de los pantanos

Bonita visita amenizada por los derrapes a toda velocidad de la embarcación, lo impresionante del paisaje, los avistamientos de caimanes y los chistes baratos del guía. Según nuestro maestro de ceremonias «si caemos al agua, la única forma de escapar de un caimán es que tu compañero de naufragio nade más lento que tu». Curiosamente, parece que en el fondo los bichos no disfrutan comiendo carne humana. Es demasiado salada para ellos!

Baby alligator

Tras nuestra experiencia Cocodrilo DundeeMiami Beach aguardaba. Nuestro amigo Frankie, miembro de la numerosa colonia española en Florida, nos acogía esa noche en su apartamento y de paso nos mostraría las bondades de la nocturnidad local.

Como bien recordareis de «Corrupción en Miami», la ostentación allí importa. Digno de ver como su paseo marítimo se convierte en un desfile de FerrarisPorsches y bonitas modelos de 1,80. Ajenos al lujo que nos rodeaba, nos decantamos por un clásico botellón al aire libre que celebraban un grupo de compatriotas.

Tras unas copitas disfrutando de los 35 grados y el 500% de humedad que marcaba a medianoche el termómetro, nos dirigimos al único club underground de la zona. De camino nos cruzamos con un grupo de niggers de Baltimore. Emocionado por la conexión «The Wire», nos hicimos una foto y les regalé el cuarto de botella de Jack Daniels que nos quedaba. Vista su alegría por mi presente, tengo amigos para siempre en Maryland.

Baltimore connection!

Incluso en los peores antros, se nota que Miami Beach es zona para ricos. Si bien la entrada era gratuita, la única forma de saltarse la enorme cola era comprar de antemano un botella de licor. 115$ por una botella de J&B! Como eramos 4 y de una botella salen 10-12 copas, no era mal trato. Ah amigos! Nunca subestimeis el poder de las taxes (impuestos) y las tips (propinas)! A la salida, los caraduras nos cargaron en la visa 60$ más por esos conceptos.

Timados pero etílicamente felices por el buen rato pasado, a las 07:00 de la mañana nos encontramos en una disyuntiva. O dormíamos unas horitas en casa de Frankie o de empalme dirección a Tallahassee. 

Como buenos pirados, elegimos la segunda opción. Era la segunda noche consecutiva en vela, pero las energías aún estaban intactas! Tras mi caprichoso bañito en la playa de Miami Beach, nos despedíamos del hogar de Dexter. Si todo iba bien, a mediodía llegaríamos a Cabo Cañaveral, lugar especial para nuestro compadre Barbe, astronauta frustrado.

Xavi en su salsa con dos rocket queens de Miami
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