Southern Tales – Texas 1

Continúo con la repesca del relato de mis refrescantes aventuras por la franja meridional de EEUU.

Tras el buen sabor que nos dejó la noche de Austin, era el momento de ponerse las pilas y empezar a tragar millas para tratar de cruzar la interminable Texas en un tiempo razonable. Y de paso ver algunos lugares interesantes, por supuesto. Tardamos un par de jornadas en lograr nuestro objetivo. Esta fue lo que sucedió en la primera:

Jueves 31 de Julio de 2008 – Austin-San Antonio-Fort Davis

Tras la experiencia vivida la noche anterior, nos habríamos quedado gustosos en Austin unos cuantos días, pero el viaje de pirados era exigente. A las 8 en pie, y tras una breve visita a los alrededores del capitolio texano y la obligada foto al mítico club Continental, salimos pitando de la ciudad dirección San Antonio.

Bueno, esa era la idea. Nuestro siempre previsor Xavi, al percatarse de que una lucecita del panel de control indicaba una presión irregular en una de las ruedas, creyó oportuno parar en un taller a las fueras de la ciudad. Un clavo de unos 5 cm se había alojado en el interior del neumático (como para tener un reventón en medio de la nada texana!!!). Tras una rápida reparación al ritmo de Black CrowesZZ Top y Aerosmith (sí, esa era la música que tenían el taller!), ahora sí, era el turno de conquistar el sur de Texas!

Nuestro héroe del día!

Por cuestiones de calendario nos quedamos sin rodeo, pero hubiese sido delito faltar a una cita otra gran tradición texana: la B-B-Q! Un arquetípico pueblo de la América profunda, de esos de una sola calle, a medio camino entre Austin y San Antonio, fue el elegido.

Según la guía, en Luling se hacen las mejores barbacoas del estado. No se si será una exageración, pero la carnaza devorada en ese entrañable restaurante era deliciosa. Costillas de cerdo, costillas de vaca y butifarras, todo acompañado con salsa de la casa y pan de molde. Sin platos ni cubiertos, por supuesto. Tan solo unas servilletas de papel duro como el cartón para limpiarte las manos.

No apto para veggies!

Fue en este lugar donde nos pasó por primera vez una cosa que sólo ocurría en las crónicas de viajes de Popular 1¿Are you a rock n’ roll band? nos preguntó una cajera con cara ilusionada. Yo, que soy un rajado, me limité a decir la verdad, un grupo de colegas y punto. Lo se, lo se! Unas collejas para mi!

Con el botón de los jeans desabrochado, pronto llegamos a San Antonio. Todos teníamos ganas de visitar un lugar tan mitificado como El Álamo, una antigua misión española fortificada, donde David Crockett y los suyos se dejaron la vida ante el ejercito mexicano en pos de la independencia texana. .

El Álamo no es gran cosa. Un lugar bonito, si, pero sin el morbillo de ver el escenario de los sucesos ahi acontecidos, la visita no tendría demasiado atractivo. Por cierto, abruma la cantidad de información que dan los mil y un plafones informativos del lugar. Se pasan un poco. Que más da que comió el Teniente Johnson la segunda jornada de asedio! Ernest sufrió un amago de lipotimia de tanto leer cartelitos.

El Álamo, San Antonio

Una vez abandonado el hogar de los Spurs, y ya adentrándonos en los desiertos que nos acompañarían la siguiente semana, empezamos tomar el pulso al sur-oeste americano: paisajes espectaculares (esa puesta de sol!), carreteras solitarias con rectas sin fin, escasa civilización…

Tras 7 horitas de interminable conducción, a las 11 de la noche nos plantamos en Fort Davis, remoto pueblecito montañés dominado por un fuerte militar de peli del oeste y cercano al observatorio McDonalds, uno de los mayores telescopios del mundo. Llamadnos infantiles, pero hacía ilusión ver el inmaculado manto de estrellas a 2.000 y pico metros de altura. Acostumbrados al cielo negro de BCN, impacta. Tras juguetear un rato con las luciérnagas, volvimos al pueblo, para comprobar que todo estaba cerrado y que nos iríamos a la cama sin cenar. Suerte del atracón de la BBQ!

Fort Davis, puro Far West!
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