The RN’R side of Eurovision 2023

Eurovision no suele rockear. Un elevado % de lo que se presenta a concurso apesta y el penoso criterio de los «expertos» de cada país suele ignorar los pocos temas salvables. Tanto el certamen como su prototípico (euro)fan provocan sarpullidos en el SPDer de bien.

Y sin embargo, ahí me tienes (casi) cada año, pegado a la pantalla cumpliendo con la tradición. Si me escaqueara haría un feo a la familia, pero tampoco es que lo vea a regañadientes. Siempre hay una cosita u otra que se salva de la quema. Y la fase de las votaciones, si has tomado partido, levanta pasiones.

Ahí va mi repaso en clave rockera de lo acontecido ayer:

Indiscutiblemente, la mejor canción de la velada. El representante australiano (!?) en Eurovision fue una banda de metal progresivo llamada Voyager que lleva 24 años de carrera y 7 LPs a sus espaldas. No son unos mamarrachos seleccionados para la ocasión, vaya.

«Promise» es un temazo AOR-prog, más ochentero que la cresta de M.A. Barracus, que bien podría formar parte del repertorio unos Night Flight Orchestra. Con sus irresistibles «oh oh oh» y ese demoledor tramo final, gustó tanto a jueces -OK, a veces no son tan penosos- como a público y terminó en una meritoria 9ª plaza.

«Cha Cha Cha» fue la canción más votada en las semifinales, así que llevarse el Micrófono de Cristal a casa seguramente entraba en los planes de Käärijä. La engorilada propuesta finlandesa, una especie de Rammstein (ese tattoo en el pecho aclara cualquier duda) featuring Chimo Bayo, a pesar de arrasar en el televoto, tuvo que conformarse con la segunda plaza.

Clara también la sombra de Lindemann y sus sicarios en Lord of the Lost, los curtidos (8 álbumes editados) concursantes germanos. Molaría que los países del centro y norte de Europa mandaran a bandas influenciadas por D.A.D. o Hanoi Rocks, pero el año que toca rock suelen apostar por combos de metal industrial y/o gótico.

En cualquier caso, Europa dio la espalda Lord of the Lost. Su «Blood & Glitter» tuvo el honor de ser el farolillo rojo del certamen.

Lo de Joker Out, abanderados de Eslovenia, es el rock bailable a lo Franz Ferdinand. No es mi estilo favorito, pero lo respeto. Al final, estamos hablando de dos guitarras, bajo y batería.

Sin embargo, los compatriotas de Luka Dončić se cascaron una actuación penosa. Estaban más pendientes de lanzar guiños y morritos a la cámara que de simular (salvo la voz, todo es playback en Eurovisión) que tocaban sus instrumentos. Demasiado buena es su 21ª posición.

Let 3, al parecer unos clásicos del shock rock de la escena balcánica, dieron el toque freak al certamen con la inclasificable «Mama ŠČ!«. ¿Orquesta Mondragon meets Turbonegro? Juzga por tí mismo. Maltratados por el jurado (penúltimos), el clamor popular (séptimos en televoto) llevó a los croatas a una estupenda 12ª plaza.

Cerramos repaso con Loreen, la sueca vencedora. Su canción, «Tattoo», me pareció lamentable, un refrito barato de «Euphoria», el tema con el venció en 2012. Te preguntarás entonces que coño pinta en este repaso.

Bien, si viste las votaciones, seguramente te llamaron la atención los dos tipos inequivocamente hard-rockeros sentados a la izquierda de la cantante. El del extremo no he sabido identificarlo, pero el rubio es Thomas G:son, además de guitarrista de los hair metaleros Masquerade, compositor de «Tattoo» y de otras 14 canciones que, con los años, ha ido colando en el concurso. Entre ellas, «Quédate Conmigo» de Pastora Soler y «Amanecer» de Edurne (glups).

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