Greta Van Fleet – Barcelona 3/12/23 – Sant Jordi Club

Puede que el flojete «Starcatcher» haya pasado desapercibido, pero el concierto del pasado domingo certificó que su poder de convocatoria sigue intacto. Mismo recinto y asistencia parecida, unos tres cuartos generosos de entrada, que en su anterior visita de 2019 a la Ciudad Condal.

Greta Van Fleet, desde su presentación en sociedad, han generado unas oleadas de inquina sin precedentes entre un sector del rockerío al que llamaremos, por no llamarle de otra forma, purista.

Otros, que inicialmente no vieron con malos ojos su propuesta, se han ido desencantando por el camino. Por ejemplo, media docena de mis colegas que estuvieron en el concierto previo y que, insatisfechos al no ser recompensados con lo que se supone que debe ser un show de RN’R, los marcaron con una X.

Y sin embargo, ya ves, algo tendrán GVF para, a pesar de los pesares, del globo deshinchado y tal, volver a reunir a unas 4.000 personas en BCN.

Un público formado, mayoritariamente, por tipos con aspecto de oyentes de Rock FM y/o asiduos a tributos a Barricada, rondando la cuarentena, y que en esta ocasión se fueron de concierto con sus novias/esposas.

Nadie sale eufórico de un concierto de Greta Van Fleet, pero se aseguran la fidelidad de ese perfil de público masivo y poco exigente al darles lo que anda buscando: «Highway Tune» (y si me apuras, «Black Smoke Rising») + espectáculo visual (profusión de chispas y llamaradas, así como un potente juego de luces). El «evento», el yo estuve ahí.

Mi sentido arácnido me dice que, a corto-medio plazo, los hermanos Kizska no deberan cambiar de empleo.

Tras este análisis sociológico de baratillo, paso a contarte que me pareció el show.

Ya te conté que en las horas previas estaba un poco dubitativo y perezoso. Iba a ir sólo y las sensaciones no eran buenas. De esos días tontos en los que notas que vas a ser especialmente crítico y poco indulgente con lo que suceda encima de las tablas.

Y mira tú por donde, al terminar la última nota de «Farewell For Now» mi voz interior proclamó un «no ha estado nada mal».

Distó de ser perfecto. Si de mi dependiera, echaría la tijera a esos plomizos desarrollos instrumentales que, a pesar de las buenas intenciones a lo «Padrino» de Slash, no les quedan bien y cortan el rollo.

En cuanto el set-list, el mío sería otro. Aún loando su apuesta por su trabajo más reciente, sacrificaría 3 o 4 de sus piezas en favor de imperdonables omisiones como «Age of Man», «When the Curtain Falls», «Lover, Leaver» o «Safari Song». No soy de los que reclama menos medios tiempos y más números electrificantes, simplemente es que tienen canciones mejores.

Pero ya te digo, bajo mi prisma, el cómpluto global fue más que positivo.

Tras una bizarra -como tantas cosas en esta banda- intro de unos 15 minutos de versiones orquestales de una selección de «Starcatcher», el telón cayó y los chavales salieron con ganas abordando una «The Falling Sky» en la que incluso Josh, portador esa noche de un look más queer que nunca, sopló con fuerza la armónica.

Tras la prescindible «The Indigo Streak» y la musculosa «Built by Nations» -una de las cuatro incursiones en su magno «The Battle at Garden’s Gate»-, los de Michigan empalmaron una triada de bajas revoluciones.

«Meeting de Master», lo mejor de su último trabajo, sonó excelsa y «Heat Above» es una preciosidad, pero esa concatenación con «Broken Bells» ya fue demasiado. Por separado, su inclusión en un set-list es un acierto. Las tres de una tacada, no.

En cualquier caso, «Highway Tune», en una extended version bien golosa, sacudió todas las telarañas y puso al Club patas arriba.

Hasta aquí los pulgares hacia arriba son generalizados en cualquier crónica que hayas leído previamente, incluso las de desorientados haters que «esperaban otra cosa». Estos argumentan que a partir del larguísimo solo de batería el ritmo del concierto se jodió y todo fue cuesta abajo.

No hagas caso.

El solo de batería, como todos los solos de batería, fue un coñazo. Y los posteriores desarrollos instrumentales, que fueron incluyendo aquí y allá, también los podrían economizar. Pero es que, por si alguien no se había enterado, GVF son así. Como lo eran los dinosaurios 70’s en los que se reflejan.

Pero dejando a un lado los excesos instrumentales, tanto el acertado mini set acústico con la fabulosa «Waited All Your Life» y la aclamada «Black Smoke Rising» (sí, ésta te suena, guapa), como el siguiente tramo con la -sorpredentemente para mí, pues no soy amante de esas canciones- efectiva tripleta de «Starcatcher» formada por «Fate of the Faithful», «Sacred the Thread» y «The Archer», mantuvieron el pulso.

Si iba echando vistazos al móvil no era para mirar la hora, sino el resultado del Barça-Atlético Madrid.

De todas formas, de haber existido, cualquier atisbo de rencor hubiese sido eliminado por su decisión de incluir «Light My Love» en la recta final.

Pocas cosas más bonitas he escuchado en los últimos 40 años. Estoy tan enamorado de esa canción que, si alguna vez celebrara una boda de verdad, sería seria candidata a abrir el baile (la pugna sería con «Fooled Around and Fell in Love» de Elvin Bishop y «Sweet and Simple» de Journey).

Su interpretación estuvo a la altura y el buen sabor de boca se prolongó con «Farewell For Now» -sí, otro medio tiempo épico-, cierre a 2 horas y cuarto de, para bien y para mal, Greta Van Fleet en estado puro.

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