Una larga travesía que te atrapa en la oscuridad. Arranca y se construye a base de estructuras intrincadas, voz susurrante y romántica, cadencias de bajo y guitarras magnéticas, abrazando un set escogido al detalle. Un show que va enganchando y que aboca en un estallido de luminosidad en forma de hits vitales, partido en tres actos, claramente diferenciados y escogidos con criterio.
Acto primero: Contiene el groso del show, donde la selección musical pivota entre lo desconocido para el oyente, ya que se presentaron nuevas composiciones como «Alone», «And Nothing is Forever» o «Endsong» como cierre del acto. Pero en el mismo, reside el verdadero concepto del show, donde clásicos luminosos como «A Night Like This» se abrazan a joyas oscuras como «Burn», pasando por las complejas trazas de «A Forest» o el romanticismo de «Trust».
Acto segundo: Habitualmente éste se dedica a una etapa o álbum en concreto, en esta ocasión, «Desintegration (1989)» fue el escogido con «Plainsong», Prayers for Rain» y el tema homónimo de forma seguida, un regalo para fans. Pero éste vino precedido de otra nueva composición, la emotiva «I Can Never Say Goodbye», donde Robert Smith deja ir sus emociones personales.
Acto tercero: Una autentica fiesta final, arañas aterradoras se abrazan a los viernes de fiesta, donde los niños no lloran. Basta con citar los temas que enlazaron: «Lullaby», «The Walk», «Friday I’m In Love», «Doing The Unstuck», «Close To me», «In Between Days», «Just like Heaven» y » Boys Don’t Cry», un set completo de hits dentro de un bis final, donde la banda da lo mejor y un Robert Smith emocionado se despide agradeciendo a todos la entrega, medio entre lagrimas y emociones de abrazos al aire.