El número de mayo 2020 será el último de RockdeLux.
Ayer, tras 35 años en los quioscos, los responsables de la revista anunciaban su desaparición.
Aunque nunca he comulgado con esa publicación -es más, la tengo considerada como «el enemigo»-, lo cierto es que sabe mal que una revista musical impresa echa el cierre. Siempre es una mala noticia cuando cuando un medio cultural baja la persiana.
La paralización provocada por el coronavirus ha sido la estocada definitiva a la cabecera, ya de por sí muy tocada por la crisis de la prensa escrita. Que pagaran a sus colaboradores -a diferencia de buena parte de sus competidores- seguro que habrá contribuido al crack contable.
Ya sabes, la gente ya no compra revistas. Sólo sobreviven las publicaciones que tienen a su público muy fidelizado, el que considera que esa publicación es parte imprescindible de su vida. Y, por lo que sea -no tengo una base sólida para ponerme a argumentar-, RockdeLux no ha conseguido retener a sus lectores.
Érase una vez, hace años, muchos años, que RockdeLux hacía honor al «Rock» de su nombre. Las portadas que te mostramos a continuación así lo atestiguan. Deben pertenecer a esos «primeros pasos vacilantes, heredados de una etapa editorial previa» -que suenan a excusa y petición de perdón- a los que aluden en su escrito de despedida.
Cuando era chinorri y Mötley Crüe eran sólo un nombre más en una lista de bandas heavymetaleras que un colega de mi primo imprimió en papel continuo pautado para impresoras (hablo de la puta Pre-historia), fue en un número de RDL donde leí la noticia del juicio a Vince Neil.
En un tono bastante jocoso decía algo así como «de esta guisa se ha presentado Vince Neil asu juicio por el accidente que causó la muerte de Razzle» (y, efectivamente, había una foto pequeña del rubiales enfundado en un elegante traje gris). Remataban la nota echando pestes de la doble moral imperante, alegando que, de haber sido un ejecutivo discográfico, y no un cantante melenudo, ni siquiera se habría sentado en el banquillo (¿estáis seguros, capullos?). Cosas que se te quedan grabadas en el cerebro…
Lo leí en un RDL que había en la biblioteca de mi pueblo, en tiempo real (no era un número antiguo, sino el del mes en curso). Lo curioso es que jamás vi a ningún parroquiano ojearla pero, oye, la puta revista estuvo en el estante, mes tras mes, en una suscripción vitalicia más blindada que un diplomático. Así que, echando cuentas, la revista estuvo recibiendo subvenciones públicas (aunque de manera indirecta) durante casi toda su trayectoria.
Y creo que así ha sido en gran parte de las bibliotecas de España. O, al menos, en las de la provincia de Barcelona, donde, en todas las que he pisado (y no han sido pocas), siempre ha habido un RDL.