Como recordarás, durante la pandemia se suspendieron todos los festivales, eventos y saraos varios de este planeta. ¿Todos? No, el Festival de Sitges tuvo edición en 2020 y en 2021. Al celebrarse a principios semana de octubre, tenía la suerte de coincidir con los últimos coletazos de la relajación de medidas veraniega. Ver películas con mascarilla y con distancia era un coñazo, pero lo importante era estar ahí.
2022 marca la vuelta a la normalidad. Y la normalidad en Sitges, para bien y para mal, es el ¿excesivo? éxito y la masificación. Lo que garantiza la continuidad del certamen hasta el infinito y más allá, pero que penaliza al fan. El pueblo es pequeño y sólo hay 4 salas (dos entrañables asociaciones culturales, 1 mega auditorio y su sala anexa), por lo que no cabemos todos.
De ahí que lo vivido para comprar entradas, justo cuando salen a la venta, haya sido más propio de un show de estadio que de nuestro Festival. Colas virtuales con más de 1 hora de espera y aforos agotados en el minuto 0 (incluso en pases entre semana). Es el signo de los tiempos y toca joderse, pero uno siente nostalgia de cuando acudía en situ a las taquillas el mismo día de las proyecciones y podía ver lo que le daba la gana.
Por lo arriba expuesto y por temas de calendario, este año mi presencia en Sitges será reducida, apenas un par de pelis entre el pasado finde y el siguiente, pero menos es nada.
En la primera incursión, este sábado 8 de octubre, acompañado por mujer e hija mayor, tras aparcar en el quinto pino -otro efecto del éxito cel certamen- nos dirigimos al escenario de la célebre Zombie Walk, la desfilada con gente maquillada de muerto viviente o engendro terrorífico. Los que se lo curran, auténticas obras de arte a base de prótesis y látex, impactan.
Tras un breve chequeo a la King Kong Zone, cuyos puestos de merch este año cuentan con mejor material que nunca (no me pude resistir a esa toalla de la peli «The Warriors», a ver quien me tose el verano que viene en la playa), y un posterior refrigerio en la buena oferta de food trucks, era el momento de enfilar hacia el majestuoso Auditori.
«¡Corten!» (2022)
Es cuanto menos curioso que la nueva cinta de un tipo como Michel Hazanavicius, ganador de los Óscar 2011 al mejor director y la mejor película por «The Artist», sea la adaptación de una cinta japonesa de zombies. Uno le presuponía proyectos más «serios», pero ninguna queja, oye.
«¡Corten!» es un curioso ejercicio de metacine, un entrañable canto de amor al séptimo arte disfrazado de -aparentemente- cutrísima película de caminantes. Las carcajadas (pues es una comedia) asaltaron la platea durante todo el metraje y al final del mismo Hazanavicius y Bérénice Bejo (protagonista), presentes en la sala, se llevaron una ovación de aúpa. Mis acompañantes se sumaron encantadas al jolgorio.
Mi problema fue que yo ya había visto «One Cut of the Dead», la original nipona, así que para mí el factor sorpresa fue nulo. Y el factor sorpresa es fundamental en esa historia. Además, siendo «¡Corten!» una peli maja, es peor que «One Cut of the Dead» en todos los sentidos, procura calcarla y no la mejora en nada. Mi consejo es que veas una u otra -mejor la japonesa, disponible en Movistar y Filmin- y te lo pasarás en grande. Ver ambas no vale la pena.
«Tucker & Dale contra el Mal» (2010)
Este año no pernocté en Sitges, pues mientras que entre semana puedes dormir con desayuno incluído en un buen hotel por 65€, en sábado la tasa se duplicaba. Conducir de vuelta a BCN a las 02:00h daba palo, pero soltar ese dineral no tiene sentido.
El caso es que domingo al mediodía desperté con cuerpo de más Sitges. Ya que volver al festival no era opción, convencí a la familia de traer al festival a casa. Veríamos uno de sus clásicos: «Tucker & Dale contra el Mal».
La cinta, que puedes encontrar en Movistar, es una descacharrante parodia de los slasher rurales donde se despedazan a jamonas universitarias. Tucker y Dale, dos colegas paletos que tienen una cabañita en el bosque, se topan con un grupo de estudiantes campistas que han visto demasiadas películas. A partir de ahí, los malentendidos y el gore (más cómico que nunca, hasta el punto de que mis críos pequeños, con 10 años y alérgicos al terror, aguantaron gustosos el tipo) se suceden non-stop.
Una década atrás, en el seno de una maratón nocturna en el Prado o el Retiro, ahora no recuerdo, Sitges se tronchó con la película. Las risas eran histéricas, en serio. Vista ahora, en casa, sin ese incomparable ambientillo, no es lo mismo, pasé un buen rato con los míos. No en vano, «Tucker & Dale contra el Mal» está considerado como el séptimo mejor slasher de la historia por Filmaffinity.
Como epílogo a este post, mencionar un par de cintas que todavía no he visto pero que están siendo la comidilla de la presente edición de Sitges.
«Cerdita», la «Matanza de Texas» a la extremeña de Carlota Pereda, es la puesta de largo de un cojonudo cortometraje. Ojo, que la peli ya ha ganado el premio a la mejor cinta del Fantastic Fest de Austin y acaba de recibir el Méliès al mejor largo europeo de temática fantástica del año. Se estrena en cines este viernes.
Por su parte, «Unicorn Wars», la peli de dibujos animados de Alberto Vázquez que narra la guerra sin cuartel entre ositos y unicornios, está dejando noqueado a todo el que la ve. Que no te engañe el poster, se ve que es durísima. En salas a finales de este octubre.